EL SEÑOR DE LAS ESTACIONES (segunda parte)

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¡Los aliados!

Tocar fondo para alcanzar la cima.

 

El blanco

Tras una encuesta rápida, me encuentro con que hay una gran misión cristiana que que en cada Navidad da muchos millones de regalos a las familias más pobres del planeta…

No solo se trata de una población que no sabe leer, sino que necesita más que nadie en el mundo, enriquecerse con el más hermoso mensaje de esperanza que existe, el que ayuda a superarlo todo, el que está resumido en mi pequeño cómic.

 

¡¿Y ahora qué?!

Enseguida me doy cuenta de que las direcciones de “contacto” de Internet en realidad no son más que vías muertas. Cuando no están simple y llanamente abandonadas, son severamente vigiladas por cerberos a los que llaman secretarios, cuyo trabajo consiste casi por completo en filtrar los mensajes. (¡No me digas! ¡solo faltaría que una persona vulgar moleste a los líderes molestase a los líderes). ¡A base de coincidencias* encuentro por fin a alguien que conoce a uno de los principales responsables del sector de la juventud de esta Misión! Mi perseverancia a través de los meses para lograr obtener “el” número de teléfono tiene por lo menos el mérito de ser una fuente de inspiración de chistes para mis allegados, pero finalmente… ¡yessss! ¡lo tengo!

Voz del fondo del taller: ¡ja ja ja! ¡sí, pero nunca te va a funcionar!
Tal indiana Jones con su látigo, lanzo una llamada de teléfono a través del continente. (Para ser sincero, estoy un poco asustado…)

*”Coincidencia” ¡ja ja ja! ¡esa palabra. Ja ja ja!  ¡no la resisto!

 

¡Primer contacto!

Sentado en su despacho, el director responsable se hace preguntas acerca de unos antiguos cómics publicados por sus antecesores que acaba de encontrar en los archivos:
– Señor ¿no sería bueno volverlos a hacer?
Como respuesta a su oración suena el teléfono… soy yo quien le llama.
El hombre, todavía en shock, no da muestras de nada, pero quiere saber más.
Una cosa lleva a la otra, por skype en correos oficiales, con la ayuda de una joya llamada Eymecomeriacongustounbueya (ese no es su nombre real) encontrada entre el gentío que me ha ayudado a traducir mi pésimo inglés  (coincidencia alucinante, ella reside a 30 minutos de la Misión), él terminó dándome una cita en su despacho.

(pequeño detalle nada despreciable para mi: ¡este se encuentra al otro lado de la tierra!)

 

Cita con el destino

Mi primera cita (justo antes de la cita en el despacho) será el martes 11 de junio a las 8 en punto. Me conceden 10 minutos para hablar a los 300 responsables de la Misión. Un privilegio excepcional que no será renovado si, por casualidad, llegara tarde. (¿tarde yo…?¡jamás!)

 

Me lanzo al vacío

Tras haber rebuscado a fondo por los cajones el dinero para pagar el vuelo, creo honestamente que no me llegará para pagar un hotel… Pero no me importa, este desafío es muy importante. Vuelo en dirección a Washington, y después tengo que hacer transbordo.

Me encanta hablar con todo el mundo durante el viaje. (¡Yo soy así…!) Al dejar el primer avión, la azafata, contenta por haber podido charlar conmigo en español, me dice:
– ¡Si por causalidad necesitas ayuda, estoy aquí hasta las 11h!
Sin embargo ella sabe que me voy en el avión de las cinco… Tengo un mal presentimiento…
– Señor, por casualidad. ¿estás intentando decirme algo…?
Bah… Mañana por la mañana a las ocho tengo cita con mi destino (e indirectamente con el de millones de personas desfavorecidas) y eso es lo que cuenta.

 

Lo siento, no va ser posible

17h00 el vuelo ha sido cancelado
– ¡No problem! Tendrá otro a las 20h00
Me dice la señora de detrás del mostrador con una sonrisa lastimosa.
20h00: El vuelo ha vuelto a ser cancelado y programado para las 22h00
22h00: El vuelo ha sido definitivamente cancelado.

 

El hueso para el demandante

Ante mi desconcierto e insistencia, la sonrisa de la señora del mostrador ya no es más que un ejercicio muscular. Su voz no oculta su impaciencia. La amabilidad solo es un ligero barniz de gentileza detrás de una indiferencia fría y profesional… Ella me tiende una hoja fotocopiada con unos textos en una lengua incomprensible: el lenguaje administrativo (y además en inglés). Contiene como única solución, el número de un contestador automático donde yo ni siquiera podré dejar un mensaje. Entiendo la idea, esta hoja no es más que un hueso a roer para que el demandante la deje tranquila. Aceptar su hoja, es abandonar. Hay tan poca comprensión en este lugar, que decido dar de la mía (el verdadero responsable se esconde tras ella, comprendo que esta noche tampoco debe de ser fácil para ella). Tomo el papel.

 

La azafata hispana

Aquí no conozco a nadie, estoy muy lejos de mi casa, el aeropuerto va a cerrar y me han rogado amablemente que abandone el lugar unos tipos con pinta de policías que no hacen más que su trabajo y claro, la culpa no es de nadie… (¡otra vez él!)

Por suerte, me encuentro con la azafata hispana. Ella me explica lo que tengo que hacer: es decir… ¡nada!. Me proporciona una manta fina, un estuche con cepillo y pasta de dientes, y aparenta ser sincera cuando me desea buena suerte antes de irse. Finalmente, ella ha respondido a mi primera necesidad, un poco de compasión en este mundo artificial.

 

Abandonado

Perdido… Recorro el aeropuerto con mis maletas y mi guitarra a la espalda.
No es la primera vez que me siento completamente abandonado. Pero este terrible sentimiento de abandono, no es seguramente nada en comparación con el de miles* de personas a las que me propongo ayudar gracias a este viaje…, Porque si yo tampoco entiendo nada de lo que me sucede, al menos sé que Dios seguramente no está lejos.
Parece ser que otra fuerza invisible intenta impedir mi cita. ¡Sin embargo, tengo que llegar,  ellos cuentan conmigo! (o no…) Quién sabe,  quizás un día me den las gracias por haberlo hecho…

(*De hecho son muchas, muchas más, pero digo justo “miles” para que ustedes no me tomen por un exagerado).

 

El territorio de los zombis

Los únicos bancos que encuentro cerca son muy incómodos, y tengo la desagradable impresión de que los han hecho así a propósito, para que un pobre tipo como yo no pueda acostarse sobre ellos. Casi consigo medir la cantidad de falta de compasión necesaria para llegar a pedir a un ingeniero que conciba un banco así. Me acuesto bien debajo de él, para que ningún viandante me pisotee. Si la imitación de suelo de mármol lujoso no está bien conseguida en cuanto al color, sí es excelente en cuestión a dureza. Creo que nunca he apreciado tanto una manta como esta noche.

Estoy reventado, ¡*ç%&/0= ! ¡Tengo que dormir! ¿pero es eso razonable? Porque se está quedando sin batería el móvil que me sirve de despertador y tengo miedo de que no me despierte a tiempo, pero también le falta energía a mi cuerpo. Me duermo… durante la noche, muchas personas vienen a sacudirme a patadas para robarme, ¿o quizás lo he soñado? En todo caso, me siento en el mismo estado que si esto hubiera sido real: ¡estoy muerto! me despierto a cada rato preguntándome si he dormido o no…

Unos extraños zombis deambulan de aquí para allá a mi alrededor… (¡Ah, no, uf! solo es gente sospechosa), me agarro a mis maletas para que no se me escapen si en un descuido mi cansancio arrastra este cuerpo hacia el país del sueño… Con tal de que me despierte a tiempo para mi avión.

 

4h30. Espero detrás de una interminable fila que no avanza (¡caramba! ¿me estaré convirtiendo también un zombi?). La victoria es posible, el avión despega (¡y además estoy dentro!) . Antes de apagarse, mi móvil había recibido un mensaje de mis dos ángeles (pincha aquí para leer esta historia: http://protestantedigital.com/cultural/35571/Los_dos_angeles)

para decirme que están en el ajo. Eymecomeriacongustounbueya y su marido me esperan a la llegada. (Asombroso. ¿Pero entonces eso quiere decir que los contactos de Internet son gente de verdad?)

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